No hablo del espacio exterior que bastante tenemos con
organizar lo que tenemos aquí como para ponernos a pensar en otros mundos. Hace
un tiempo leí en un periódico que la mayoría de ayuntamientos de ciudades
grandes alquilaba edificios privados para alojar diferentes sedes de sus “equipos
varios” o lo que a mí me gusta en llamar “donde mete Botella a todos sus
asesores que son muchos y bien cobrados”.
Hablemos por otro lado de un concepto en auge en estos
tiempos de nuevas tecnologías, el “coworking” que muchos conoceréis. Dentro de
este concepto de trabajo llama la atención el uso compartido del espacio de
trabajo por diversos profesionales. Más barato y sostenible que una oficina
para ti solo.
Ahora hagamos un mix con lo expuesto.
Mucho me extraña a mi (pero me puedo equivocar) que nuestros
queridos políticos, sobre todo aquellos que pasan sus jornadas laborales en el
Congreso (o el Senado), necesiten tantísimo
espacio para sus elucubraciones, pues me da a mí que pasan más tiempo perdiendoIpads, tomándose cafelillos y copas a buen precio en la cafetería y en esa sala
de reuniones tan grande ( y con agujeros de bala y tó ) y molona haciendo lo
que sea que hagan. ¿Alguien me quiere explicar para que tanto despacho
individual? Con una sala bien puesta por partido para que enchufen sus Ipad y
el móvil tienen más que suficiente. Cada uno tiene un horario, muchas visitas,
mucho juergueo, vamos que no necesitan más. Raro sería que coincidieran todos,
bueno a lo mejor en alguna crisis de partido de estas que en realidad no
existen pero todos vemos. Salas grandes
para reuniones, por si les hace falta, bajo horario como las de las
bibliotecas.
Ganamos espacio, lo que se deriva en aprovechar espacios
públicos que se pueden transformar en un millón de cosas para la ciudadanía:
salas culturales, laboratorios de experimentación (esto es utópico pero bonito)
en todos los ámbitos, bibliotecas, espacios para los desfavorecidos, escuelas
mejores en algún que otro caso, etc.…
El espacio público en cualquiera de sus supuestos debería ser
usado desde una perspectiva mucho más responsable porque es obligación de los
gobernantes que sea así, y del pueblo, ósea nosotros exigirlo. Miles de descampados
que podían ser huertos comunitarios, o espacios verdes que buena falta nos
hace, lugares de convivencia para el ciudadano.
No solo de casas vive el hombre eso debería de habernos
quedado claro pero parece que no aprendemos.
El espacio público es de todos. Es
nuestro.
Botella y otros tantos como ella, no necesitan la planta de
un edificio para ellos solos, ni un despacho gigante que no usan. Todo eso es
espacio público que pagamos nosotros y que ellos se adueñan de él como si
fueran reyes medievales en sus sendos castillos.
No al espacio público privatizado. Espacio público para todos.
Silvia Piquer.
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