12 marzo 2014

De la verdad y de la mentira sobre el espectador.





Para variar voy a hablaros de una serie enmarcada en el término de ciencia ficción y que bien podría ser un siniestro espejo donde mirarnos, como dice su creador “acerca de la forma en la que vivimos ahora y la forma en la que podríamos estar viviendo en 10 minutos si somos torpes”.

La serie se llama “Black Mirror” y si algo crea en todo aquel que la ve es una sensación de incomodidad que perdura. Y como no, es una serie británica. Pequeñas historias nos introducen en un mundo que no nos es ajeno pero al que ansiaríamos no pertenecer.

En concreto a mi me impacto tanto el primer capítulo de la primera temporada (que es la única que he visto entera aunque ya podéis encontrar la segunda) que no dejo de darle vueltas a un concepto del que ya he  hablado de diferentes formas en esta página.  El espectador.

Se ha teorizado bastante sobre el espectador, su condición y su evolución. En el arte se habla mucho del espectador pasivo o activo, aunque ciertamente, en términos más generales  la concepción que tenemos de un espectador es por si la de un ente pasivo que observa una realidad o ficción.

Radica el poder de entornos como la televisión o inclusive Internet (aunque muchos no estarán de acuerdo con que incluya la red en esto) en esa falsa sensación de actividad que produce en el que la mira. Cuando miramos Internet tenemos la sensación de estar “interactuando “con ella, sentimos que somos espectadores activos pues comentamos, damos a “me gusta” y creemos ser más conscientes de la elección en lo que vemos. Pero si lo pensamos bien, al final nuestra interacción es similar a la que hacemos cuando vemos una película en la tele con la que compartimos experiencias o nos sentimos identificados: nuestros actos o sentimientos quedan en un limbo propio o ajeno. La tele, si cabe,  engaña menos.

Vemos un video  en Internet sobre lo que está ocurriendo en Ucrania, creemos en lo que dice, y lo compartimos. Aquí acaba nuestra responsabilidad para con lo que ocurre en ese lugar. Nos hemos sentidos activos, hemos hecho el esfuerzo de compartirlo, y ahora orgullosos de haber realizado la buena acción del día podemos irnos a dormir totalmente tranquilos.

Porque no estamos hablando de bloggers o gente que se gana la vida a través de este medio, sino del mero espectador en que nos convertimos la mayor parte del tiempo que pasamos en la red o delante de la televisión.

Somos espectadores del miedo de otros, de su sufrimiento, de vidas que no viviremos, de cosas que nunca haremos, espectadores de nuestra propia vida que ahora juzgan otros a través de una pantalla y con nuestro beneplácito.


El espectador es ahora más que nunca sinónimo del ser humano, es en lo que nos hemos convertido después de siglos de evolución. 


Silvia Piquer.

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