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08 abril 2014

Consumidos.




A veces la televisión tiene momentos pequeños de lucidez y enseña algo que en principio parece escapársenos. Algo que escondemos debajo de la cama.

En este caso una tarde de domingo me sorprendió el encontrarme con un programa que analiza una de las realidades más escondidas de nuestra sociedad: el pre-síndrome de Diógenes.

Todos sabemos lo que es el síndrome de Diógenes y lo asociamos a gente mayor que acumula basura en su casa, pero el PRE síndrome de Diógenes (esta acepción es mía) lo padece todo aquel vinculado con la sociedad consumista, es decir, todos nosotros en algún aspecto.

En concreto este programa habla de familias americanas que viven sepultadas casi literalmente por sus pertenencias. Precisamente como hablamos de familias americanas y la tendencia en ese país son casas gigantes, os podéis hacer una idea de los niveles de esta acumulación que convierte casas en auténticos almacenes.

Casi siempre se esconde detrás de este apego enfermizo a las cosas/trastos, pérdidas no aceptadas, traumas infantiles, miedo, mucho miedo. Como ya dije en otro post parte del sistema de la compra compulsiva es la de tapar una ansiedad, porque los objetos se convierten en una barrera que nos protege de quien sabe que.

Luego está el tema de las herencias, las cosas que nos recuerdan a alguien, etc...Todo asociado a objetos que inundan nuestra vida y nos impiden avanzar de una manera u otra.
Podemos verlo como algo externo pero si este programa se hiciera en este país encontraríamos miles de ejemplos de familias que viven de esta manera.

Para empezar este tipo de vida tiene un gasto energético altísimo, provoca en la mayoría de los casos problemas del sueño,  estrés y ansiedad. Y bastante adicción a las nuevas tecnologías que se convierten en una salida a una realidad que supera a las personas que la viven y que no saben cómo empezar a cambiar.
¿En qué momento se convirtió en una profesión “ordenar” la vida de otras personas?

Hazte unas preguntas:
1    
1 1. ¿Cuánto tardas en hacer un cambio de armario? De invierno a verano, por ejemplo, si tardas más de una mañana, tienes un problema.
2
.  2.¿Cuántas cajas de almacenaje tienes escondidas en casa? ¿Sabes lo que hay en cada una de ellas? ¿Estás totalmente seguro? Te apuesto 8 contra 10 a que en la mayoría de los casos si no las abres no tienes ni idea de lo que hay. Tienes un problema.
      
      3.¿Guardas tus apuntes del instituto y la universidad? ¿EN SERIO? Tienes un problema.

      4.¿Cuántas libretas tienes en blanco? Cinco, seis. Tienes otro problema.

      5.¿Cuántas veces te has dicho a ti mismo “por si acaso” como excusa para guardar algo? Otro problema a la cola.

Seguro que has contestado que si a más de una de estas preguntas, así que definitivamente tienes síntomas del síndrome Pre Diógenes.

Soluciónalo o cómprate un almacén de mercancías en vez de una casa.

Silvia Piquer.


23 enero 2014

Mis propósitos de año nuevo como “Pringada”.



Voy a cambiar el más que conocido en España concepto peyorativo de “Pringada” en algo útil y nuevo. 

Veamos que nos dice la RAE: “Persona que se deja engañar fácilmente”. También hay otra acepción coloquial (la mía) que no aparece; viene del concepto “pringar”, persona que se pringa, que no solo dice lo que piensa sino que decide un bando, ese tipo de “pringada” quiero ser. La “pringada” que es responsable con lo que piensa y actúa en consecuencia. La “pringada” que da un golpe sobre la mesa en los bares y luego lo da en la calle y en sus costumbres diarias para demostrar que se puede conseguir, que se puede lograr y que solo tenemos que proponérnoslo de verdad.

Cuantas veces no hemos estado en una reunión y mientras todos nos quejamos con voz en grito de lo jodido que esta todo y aportamos soluciones, surge una, viable. Pero ¿quien se “pringa” para hacerla realidad? Nadie.

No tenemos tiempo. Nos pasamos tanto tiempo consumiendo, no solo comprando, sino consumiendo televisión, música, viendo fotografías bonitas, mirando el facebook, etc.… ¿Dónde está nuestro tiempo para crear? He aquí el verdadero problema, pasamos tanto tiempo consumiendo de cualquiera de las formas que nos han enseñado que simplemente no tenemos tiempo ni para pensar cosas propias ni para actuar. Ahora es cuando al fondo se oye un balido de miles de ovejas.

Y así yo me comprometo, tal y como hice y cumplí el año pasado, con la realización como buena “pringada” de mis propósitos para este nuevo año:

1. Reducir el tiempo de consumo en contenido online y televisión.
Según dice los periódicos pasamos unas cuatro horas delante de la caja tonta. Yo reparto ese tiempo en series online y películas. A la semana son unas 28 horas. Perdemos un día a la semana en mirar a una pantalla catatónicos. Yo lo reduciré a 19 horas. Pocas diréis, pero no voy a buscar metas que no pueda cubrir de verdad, si una semana puedo reducir más lo hare y así poco a poco tal vez pueda llegar a reducir de manera fácil más y más. Ayuda esto también a mi labor como minimalista pues reducir la televisión baja los niveles de ansiedad hacia las compras (probad una semana sin tele, te olvidas de comprar porque nadie te dice lo desgraciado que eres por no tener ese nuevo champú que te quita todos los males).

2. Hacer un día vegetariano a la semana.
Esto es más una cuestión personal que otra cosa. Creo que la mayoría de la carne que comemos está bien inflada a anabolizantes y mierdas mil que hacen que los pollos crezcan en una semana y cosas peores. Así que, aunque no soy una grandísima consumidora de carne nunca me he hecho vegetariana porque soy adicta al atún y a las hamburguesas. De esta manera me obligo también a cocinar cosas nuevas y a planificar más aún mis menús.

3. Ser Reina Maja todo el año.
Este ha sido mi primer año como Reina Maja y es una de las experiencias más bonitas que he tenido en toda mi vida. Pero ¿una vez al año? Mi misión este año es conseguir nuevos retos que impliquen mi colaboración en la ayuda a los demás. Os puede sonar todo lo hippy que queráis pero por ayudar un poco a los demás no nos vamos a morir ni vais a ser menos cool. Si todo el mundo cediera un par de horas de su semana a ayudar a los demás no solo nos iría mejor sino que seriamos mucho mejores personas.


Y dicho esto, ya podéis levantaros del asiento y hacer algo o seguir mirando a esta pantalla catatónicos.

Silvia Piquer.

19 junio 2013

De como nos definen las cosas inertes.




Leyendo hace poco un libro sobre minimalismo (como forma de vida) el escritor se presentaba a sí mismo como una persona que tiene “100 cosas”.

Si según esta sociedad del consumismo en la que vivimos somos lo que tenemos me planteo que es lo que dicen de verdad mis cosas de mí, y también cuantas cosas poseo y de que me sirven.

Empecé  contando la ropa que ocupaba mi armario, algo tan sencillo como contar tus propias pertenencias te hace vislumbrar la facilidad con la que ha arraigado en nosotros la estructura del “consume para ser feliz”, como si la acumulación de cosas tapara esos agujeros internos y la desazón que a veces sentimos sin razón alguna.  Cuando llegas a cincuenta solo con las cosas del armario empiezas a sentir un poco de ansiedad: cincuenta cosas que solo representan un 20% de tu vida, y todavía quedan los libros, los discos que escuchaste solo una vez porque al final siempre escuchas música online, los cuadernos en blanco que compraste por si acaso, los productos de belleza que nunca has usado, los treinta rotuladores, etc.….

Como soy ilustradora y diseñadora hay cosas que siempre llevo conmigo que son imposibles de cambiar por algo más práctico o sencillo, pero al contar las increíbles cantidades de material que atesoro me doy cuenta de que hay millones de cosas que he usado una vez y nunca más usare. Aprendes a ver qué es lo que realmente concuerda contigo, lo que te hace sentir más cómoda o  y lo que simplemente conservas porque el “por si acaso” gobierna tu vida.

No creo que nuestras cosas nos definan pero tal vez la cantidad si defina un miedo al desamparo arraigado con los años, como si nuestras cosas funcionaran de pantalla para un futuro ataque zombi, podríamos hartarnos de tirarles botes de colonia y zapatos.

Recuerdo que cuando tuve que hacer una de mis últimas mudanzas me agobie de tanto como tenia sin haberme dado cuenta y eso ocurrió por algo tan sencillo como que la mudanza la tuve que hacer yo sola. En ese momento es donde comenzó mi periplo, todavía sin nombre, para cambiar esa constante sensación de necesitar cosas que simplemente desviaba a una esquina de la habitación porque su labor, que era aplacar mi ansiedad durante los dos segundos que duraba la compra, había acabado en el mismo momento en que por fin las poseí. Pero la ansiedad y el miedo seguían en el mismo sitio.

Respira profundo, concéntrate y mira a tu alrededor, ¿quieres que tus cosas te definan?

Yo prefiero definirme por mi misma.

Silvia Piquer.

Video: Conferencia para TED de Graham Hill.