Leyendo hace poco un libro sobre minimalismo (como forma de
vida) el escritor se presentaba a sí mismo como una persona que tiene “100
cosas”.
Si según esta sociedad del consumismo en la que vivimos
somos lo que tenemos me planteo que es lo que dicen de verdad mis cosas de mí,
y también cuantas cosas poseo y de que me sirven.
Empecé contando la
ropa que ocupaba mi armario, algo tan sencillo como contar tus propias
pertenencias te hace vislumbrar la facilidad con la que ha arraigado en
nosotros la estructura del “consume para ser feliz”, como si la acumulación de
cosas tapara esos agujeros internos y la desazón que a veces sentimos sin razón
alguna. Cuando llegas a cincuenta solo
con las cosas del armario empiezas a sentir un poco de ansiedad: cincuenta
cosas que solo representan un 20% de tu vida, y todavía quedan los libros, los
discos que escuchaste solo una vez porque al final siempre escuchas música
online, los cuadernos en blanco que compraste por si acaso, los productos de
belleza que nunca has usado, los treinta rotuladores, etc.….
Como soy ilustradora y diseñadora hay cosas que siempre
llevo conmigo que son imposibles de cambiar por algo más práctico o sencillo,
pero al contar las increíbles cantidades de material que atesoro me doy cuenta
de que hay millones de cosas que he usado una vez y nunca más usare. Aprendes a
ver qué es lo que realmente concuerda contigo, lo que te hace sentir más cómoda
o y lo que simplemente conservas porque
el “por si acaso” gobierna tu vida.
No creo que nuestras cosas nos definan pero tal vez la
cantidad si defina un miedo al desamparo arraigado con los años, como si
nuestras cosas funcionaran de pantalla para un futuro ataque zombi, podríamos hartarnos
de tirarles botes de colonia y zapatos.
Recuerdo que cuando tuve que hacer una de mis últimas
mudanzas me agobie de tanto como tenia sin haberme dado cuenta y eso ocurrió por
algo tan sencillo como que la mudanza la tuve que hacer yo sola. En ese momento
es donde comenzó mi periplo, todavía sin nombre, para cambiar esa constante
sensación de necesitar cosas que simplemente desviaba a una esquina de la
habitación porque su labor, que era aplacar mi ansiedad durante los dos
segundos que duraba la compra, había acabado en el mismo momento en que por fin
las poseí. Pero la ansiedad y el miedo seguían en el mismo sitio.
Respira profundo, concéntrate y mira a tu alrededor,
¿quieres que tus cosas te definan?
Yo prefiero definirme por mi misma.
Silvia Piquer.
Video: Conferencia para TED de Graham Hill.
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