20 febrero 2013

La infancia que vendemos.




Video del reality del canal estadounidense We TV, titulado "Little Miss Perfect"Cortesía de Julieta Vieira.


Como persona muy relacionada con contenidos infantiles que soy y futura (espero) editora de una revista /fanzine infantil no paro de preguntarme ¿Cómo es ser niño hoy en día?

Yo viví en ese mundo sin internet, ni móviles, ni 3G, etc.… viví ese mundo, no sé si más sencillo, del niño que salía a la calle a jugar tranquilamente sabiendo que tenias mil ojos puestos sobre ti cuidándote, las vecinas.  Ese mundo en el que mi madre se asomaba al balcón y sabía a ciencia cierta donde había estado su niña y estaba, con quien y lo que hacía. Un mundo de una sola tele en casa que veíamos en compañía de adultos que explicaban cada cosa que sucedía y veíamos.
Era el mundo de las rodilleras en los agujeros de los pantalones, de heredar ropa de tus primas y de ropa de mercadillo que tardabas dos segundo en romper al caerte jugando al escondite o con la bicicleta. Más rodilleras. Podría decirse que éramos un poco salvajes, pero salvajes muy inocentes que pedían vasos de agua en los bares del barrio cuando te habías hartado a correr. Una botella de plástico podía ser el mejor juguete durante meses; en la calle un balón y compañeros de juegos era lo más importante y necesario.

No digo que ahora no exista esa infancia, los niños siguen jugando y al final ser niño (sin tener en cuenta los lugares en la que se les convierte en adultos a base de explotación y degradación) siempre será ser niño.
Pero algo está cambiando.

Durante un año fui nany de un niño de seis años y tuve la grandísima suerte de ser una niñera cuya labor era jugar y convivir con el niño hasta el hartazgo: yo no fui criada de la casa como otras cuidadoras sufren.  Una madre con la que convivía en el parque y cuyo niño iba a piano, fútbol e inglés tendía a quejarse sobremanera de que a su hijo de 6 años solo le interesaba una cosa: jugar. Mi sorpresa era mayúscula, era un niño, ¿qué se supone que debía interesarle?
Los niños tienen que aprender, hasta aquí todo claro, pero ¿acaso la sobrecualificación infantil no es otro tipo de explotación? ¿Acaso no estamos volcando en los niños nuestras ansias de éxito adulto? ¿Donde está el límite?

Los niños ahora son “cool”, las grandes marcas sacan líneas infantiles tan caras y estilosas como las de los adultos y hasta en las revistas infantiles podemos encontrar secciones de moda, las niñas discuten en los patios (y esto es verídico) sobre si su ropa es de Zara o de MARCA. Hasta lo juguetes tienen líneas exclusivas de vestuario hecho por grandes diseñadores. Siendo sinceros no es que esto no existiera antes (Barbie a toper), es que antes no era tan importante, no era lo esencial. Una muñeca era una muñeca, no una muñeca-vestida-por-Chanel.
En qué momento cargamos en los niños nuestras frivolidades adultas, en qué momento nos creímos con derecho a quitarles sus ganas de jugar y disfrutar de su conciencia de ellos mismos como seres libres e individuos que son.

A la gente le parece gracioso un niño que se comporta y dice cosas de adulto, a mi me horroriza, ¿acaso no tendrán tiempo de preocuparse de la vorágine de la imagen y el consumismo que les rodea?

Preocupémonos de la educación de nuestros niños, pero de su educación humana, de cómo deben relacionarse respetuosamente con su entorno en general no solo de que acumulen información en sus cabezas. Hagámoslos humanos felices porque así harán feliz a su entorno y a las personas que convivan con ellos.

Dejémosles ser niños, que se equivoquen, que se manchen, que se caigan, que lloren y que rían. Dejemos de vender su infancia.


Silvia Piquer.

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